La punta del iceberg

Escrito porAntonio Manfredi

14 Jul, 2020

Este debate de los últimos días, que si Vicente Vallés por aquí y Pablo Iglesias por allá; perdonen ustedes pero, como periodista, no me parece más que una batalla en la altura que oscurece el verdadero drama de la profesión, cuyo deterioro va mucho más allá de unas opiniones en un plató o en la mesa de Moncloa, después de un Consejo de Ministros. Esto es como si centramos la polémica sanitaria exclusivamente en los insultos a San Fernando Simón y nos olvidamos de los cientos de miles de profesionales sanitarios que se baten el cobre todos los días y, legítimamente, reclaman más medios materiales y humanos.

Estoy de acuerdo con Iñigo Sáenz de Ugarte en El Diario.es, cuando dice: Lo que sí es cierto es que para un periodista hay algo peor que los insultos (pónganse cómodos en los comentarios, están en su casa), y es perder el empleo por las presiones de un partido político. Esos son los señalamientos que hacen más daño. El partido de Casado tiene un largo historial de periodistas ejecutados de forma sumaria a causa de sus amables recomendaciones, que además se han hecho siempre de forma discreta, excepto con los periodistas de TVE a los que se ha amenazado en público sin ningún problema. La acción más efectiva es la que se hace con llamadas al consejero delegado. Algunos como José Antonio Zarzalejos, Esther Palomera, Luis Fernández, Germán Yanke o Jesús Cintora tuvieron la oportunidad de comprobarlo. La lista es mucho mayor, y menos conocida, en medios locales o regionales, donde los cadáveres de periodistas a los que nadie insultó en redes sociales fueron enterrados en fosas comunes laborales que ya estaban bastante llenas. Y eso ocurrió cuando alguien con mando en plaza llamó al medio para advertir que esa publicidad institucional tan jugosa iba a desaparecer si ese periodista continuaba escribiendo lo que publicaba.

Sé muy bien de lo que habla Iñigo. He visto a empresarios muy dignos de solemnes medios mentir en la cara a un compañero, diciéndole que tiene que despedirle porque Madrid pide recortes. Cuando había sido el vicepresidente de una caja de ahorros, enfadado por una información concreta, el que pidió su cabeza. Al marcharse el compañero, resignado, el ilustre directivo resopló porque había mantenido la campaña de Navidad y así se lo hizo saber al gerente. Acto seguido se fue a comer unas gambitas con el presidente de la Junta, que tocaba comida de confraternización. 

Así que me perdone Vicente Vallés, con el que alguna vez he mantenido trato, porque fuimos compañeros de oposición en TVE allá por 1988 y une mucho que te estés jugando el puesto con el de la mesa de al lado. Por cierto, que los cinco compañeros de Andalucía que nos presentamos a aquellas oposiciones estábamos entre los 8 primeros puestos. Cuando se enteraron los de la trasera que todos nos quedábamos en Sevilla y nadie pediría Madrid, casi nos ponen un piso, porque, de haber sido de otra manera, a lo mejor Vallés tenía que haberse ido a Asturias de redactor. El caso es que me cae bien y se estará de acuerdo o no en cuanto dice, pero es un periodista que, ciertamente, ha entrado en territorio comanche y eso se paga con muchas escaramuzas. Pero, desde luego, su actitud no es comparable a otros supuestos periodistas que pueblan la fauna española y que constituyen una infantería de pobres desgraciados al servicio del poder económico y político, incapaces de aceptar no ya a Podemos si no a un Pedro Sánchez bastante asentado, según se puede leer en la prensa extranjera, que acostumbro a ojear, principalmente la francesa. Ellos no hacen periodismo, hacen discursos políticos de usar y tirar. 

En cuanto a Podemos, en agosto de 2014, cuando el partido apenas llevaba 6 meses de vida como tal, asistí en Sevilla a una asamblea, dirigida por Carolina Bescansa y tuve la paciencia de anotar y escribir en mi blog mis impresiones, porque, como tantos otros españoles, yo quería conocer de primera mano cómo había sido el éxito de una formación que acababa de obtener 5 diputados en las Europeas y amenazaba, como así ocurrió, en convertirse en la tercera fuerza política española. El  resto de la historia ya la saben ustedes. Aquello gustó mucho porque era información de primera mano y lo publicaron en El Diario.es El propio Podemos se hizo eco en redes de mi impresión, hasta que, amigo mío, alguien cayó en la cuenta de que Carolina Bescansa había propuesto retrasar temas como la regulación del aborto a favor de otros temas más urgentes. Y ahí me crujieron. Porque atacaron a Bescansa desde sectores feministas y retiraron el tuit sobre mi texto y me criticaron. Yo me limité a pedir a Podemos que sacara la grabación en vídeo de aquel momento. Les di incluso la hora exacta en que lo dijo. Pero nada. El caso es que aquello sirvió para que Podemos incluyera en su agenda el tema del aborto. Y me alegro. 

Ya entonces entendí que Podemos viviría bajo el “síndrome del fuerte sitiado” como bien explica Ramón Lobo en Infolibre (ay, Ramón, seguro que entiendes muy bien lo que he dicho al principio de este artículo) y los acontecimientos lo han confirmado. Ya no está Bescansa y tantos otros, pero ese espíritu numantino ha seguido, incluso, al gobierno de coalición. Y erre que erre, mientras la política te obliga a llegar a acuerdos, a tomar decisiones personales complicadas y a olvidarte de Inda, que ya lo tienes bien controlado, para entrar contra otros como Vallés. Monedero y Echenique dando con el sable y, de paso, la creación de un medio propio como La Última Hora que usa contextos y discursos que ya conocemos de otros medios digitales, muy censurados por el colectivo de los propios periodistas. Por cierto, su directora es Dina Bousselham, quien, además de haber sufrido el robo de su teléfono móvil, jamás encontrará su título de periodista.

Personalmente, como ya he dicho, creo que lo que vemos es la punta del iceberg y el Podemos de Iglesias deberá hacerse mirar su política de comunicación, porque lo malo es que ahora sus enemigos le tienen donde ellos querían que estuviera, en el fango, y eso lastra la acción de Gobierno. Tiene que salir de la trampa y asumir su papel. 

Que nadie se olvide, Podemos no es Pablo Iglesias ni el Periodismo es Vicente Vallés. Que los árboles nos permitan ver el bosque. 

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