Una entrevista íntima, personal y única con Gervasio Sánchez, «periodista hasta las trancas», escrita por la que fuera su jefa en la Redacción del Heraldo de Aragón.
Nos escribe Gervasio Sánchez, y no dudamos en compartir con todos vosotros sus líneas y su recomendación.
«Os envío esta entrevista muy personal publicada en Heraldo de Aragón hace unos días. Durante toda mi vida profesional me he negado a realizar este tipo de entrevistas, pero esta vez he hecho una excepción.
Picos Laguna, la periodista que firma la entrevista, es una de mis mejores amigas a la que conozco desde hace más de 20 años. Ella estuvo al frente de la sección Internacional de Heraldo en momentos muy duros en Bosnia, Ruanda, Sudán, Afganistán y siempre se preocupó no sólo de publicar bien mi trabajo sino de darme ánimos para seguir trabajando. Incluso en los tiempos de el cerco de Sarajevo, cuando había muchas dificultades para comunicarme con mi familia, ella siempre hizo un puente muy necesario para que la angustia fuera menor.
Aunque parezca obvio que un jefe se preocupe por sus trabajadores en situaciones más complicadas, un comportamiento similar al de Picos Laguna y al del resto de compañeros y compañeras de Heraldo no suele ser tan habitual en las redacciones españolas. Se podría escribir un catálogo (con nombres y apellidos) de situaciones totalmente contrarias e incluso escandalosamente obscenas.
Pongo un ejemplo: dos periodistas estuvieron a punto de matarse en Bosnia en diciembre de 1992 en un accidente con el coche. Cuando consiguieron un teléfono la pregunta al otro lado del teléfono de un jefecillo sin atributos (si levantara la cabeza Musil…) fue: “Vale, vale, pero vas a mandar crónica”.
Espero que la entrevista os guste.
Muchas gracias por vuestra atención
Un abrazo
Gervasio Sánchez
HERALDODOMINGO 20 de noviembre de 2011
Entrevista Gervasio Sánchez
«MI ABUELO ME ENSEÑÓ EL VALOR DEL TRABAJO Y EL VALOR DEL ESFUERZO»
Premio Nacional de Fotografía, Hijo Adoptivo de Zaragoza, expone esta semana en el Centro de Historia el trabajo de su vida: su lucha, en imágenes, contra la injusticia
Texto PICOS LAGUNA Foto JOSÉ MIGUEL MARCO
Al abuelo Santiago hay que darle las gracias de que viviera en Hospitalet del Infante (Tarragona) en lugar de en un pueblo del interior de España. A él y solo a él, hay que agradecer
que le permitiera repartir cartas con sellos por las urbanizaciones plagadas de turistas de todo
el mundo; que imprimiera a un chaval de 11 años una inquietud por conocer ese planeta de sueños en diminutas imágenes pegadas a unos sobres que él mismo levantaba.
Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959) es un hombre singular, hijo de una España singular, la que encontró en el trabajo y el esfuerzo personal la realización de toda una vida. Periodista
hasta las trancas, ha centrado su trabajo en la visión y la defensa de lo más incómodo y por cuya obra gráfica ha recibido todas las distinciones posibles. Una parte de su ingente trabajo en imágenes contra la injusticia puede verse desde el próximo miércoles, 23, en el Centro de Historia de Zaragoza.
¿Cómo le miraban en Sarajevo cuando le presentaban a los grandes del periodismo mundial como reportero de ‘Herald of d’Aragon’?
Era sorprendente que un diario regional estuviese en un lugar tan de primera línea, y siempre lo reivindicaba. Era curioso porque, claro, uno piensa que si no hace una carrera en un gran diario no hay posibilidad y no es cierto. Siempre he defendido mucho la prensa regional porque creo que en España es mejor que la nacional, demasiado vinculada a los grandes intereses políticos y económicos. Navega entre aguas muy turbulentas, con grandes presiones; sus periodistas son de gran entereza, de gran fidelidad al periodismo, y a su empresa incluso, de gran preparación y hace un periodismo que para mí es el que tiene más valor, que es el local. Porque nadie me va a quitar un titular si estoy en Sarajevo o Afganistán; si digo que Karzai es un corrupto, pero métete con un poder fácticode la ciudad en la que vives.
Nació en Córdoba, vivió en Barcelona, Tarragona y Hospitalet del Infante y es Hijo Adoptivo de Zaragoza, donde vive hace 27 años.
Espero que la entrevista os guste.
Muchas gracias por vuestra atención
Un abrazo
Gervasio Sánchez
HERALDODOMINGO 20 de noviembre de 2011
Entrevista Gervasio Sánchez
«MI ABUELO ME ENSEÑÓ EL VALOR DEL TRABAJO Y EL VALOR DEL ESFUERZO»
Premio Nacional de Fotografía, Hijo Adoptivo de Zaragoza, expone esta semana en el Centro de Historia el trabajo de su vida: su lucha, en imágenes, contra la injusticia
Texto PICOS LAGUNA Foto JOSÉ MIGUEL MARCO
Al abuelo Santiago hay que darle las gracias de que viviera en Hospitalet del Infante (Tarragona) en lugar de en un pueblo del interior de España. A él y solo a él, hay que agradecer
que le permitiera repartir cartas con sellos por las urbanizaciones plagadas de turistas de todo
el mundo; que imprimiera a un chaval de 11 años una inquietud por conocer ese planeta de sueños en diminutas imágenes pegadas a unos sobres que él mismo levantaba.
Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959) es un hombre singular, hijo de una España singular, la que encontró en el trabajo y el esfuerzo personal la realización de toda una vida. Periodista
hasta las trancas, ha centrado su trabajo en la visión y la defensa de lo más incómodo y por cuya obra gráfica ha recibido todas las distinciones posibles. Una parte de su ingente trabajo en imágenes contra la injusticia puede verse desde el próximo miércoles, 23, en el Centro de Historia de Zaragoza.
¿Cómo le miraban en Sarajevo cuando le presentaban a los grandes del periodismo mundial como reportero de ‘Herald of d’Aragon’?
Era sorprendente que un diario regional estuviese en un lugar tan de primera línea, y siempre lo reivindicaba. Era curioso porque, claro, uno piensa que si no hace una carrera en un gran diario no hay posibilidad y no es cierto. Siempre he defendido mucho la prensa regional porque creo que en España es mejor que la nacional, demasiado vinculada a los grandes intereses políticos y económicos. Navega entre aguas muy turbulentas, con grandes presiones; sus periodistas son de gran entereza, de gran fidelidad al periodismo, y a su empresa incluso, de gran preparación y hace un periodismo que para mí es el que tiene más valor, que es el local. Porque nadie me va a quitar un titular si estoy en Sarajevo o Afganistán; si digo que Karzai es un corrupto, pero métete con un poder fácticode la ciudad en la que vives.
Nació en Córdoba, vivió en Barcelona, Tarragona y Hospitalet del Infante y es Hijo Adoptivo de Zaragoza, donde vive hace 27 años.
Estar en Zaragoza es, como decía Alfonso Zapater, por imperativo del amor, porque si mi mujer hubiera sido de Valladolid, allí estaría. Al fin y al cabo tengo un trabajo en el que mi lugar de salida hacia el mundo puede ser cualquier sitio.
Un amor que descubrió en un estación de tren. Parece que su vida está marcada por los viajes.
Es verdad. Aun más, cuando tenía 3 años salí de Córdoba y aún recuerdo ese viaje. Yo era el mayor de tres hermanos, luego fuimos 5, y nos íbamos a vivir a Barcelona. Fíjese, una mujer con tres niños pequeños, cargada de maletas, en un viaje que duraba 15 horas. Gran parte lo hice mirando por la ventana, para vivirlo intensamente.
Usted es hijo de la emigración más tópica: de Andalucía a Cataluña.
Claro, estamos hablando de 1963. Fue el primer viaje que hice, bueno, hubo uno anterior de Córdoba a Hinojosa del Duque donde estaba mi madre. Yo era muy pequeño, 3 años, me dejaron en el autobús, me dijeron que no me moviera y allí me quedé sentado… Seguro que algún psicólogo que nunca consultaré encontraría alguna relación entre aquellos viajes y mi vida.
Aquella España le sacó muy pronto a la vida y con 11 años le ayudaba a su abuelo, cartero.
Estudiaba en La Salle de Cambrils y cuando volvía a Hospitalet, un viaje de 45minutos en autobús, en vez de irme a casa o a la playa con mis amigos me iba con él a la cartería. Mi abuelo me enseñó el valor del trabajo y el valor del esfuerzo, que son muy importantes, y además me pagaba bien. Era muy decente. Me daba 5 pesetas diarias y 100 los sábados y él cobraba 2.400 al mes, así que me estaba dando una cuarta parte de su salario. Aprendí también el valor de la responsabilidad, porque registraba los reembolsos y me hacía llevarlos, y también los giros, pero sobre todo los giros porque sabía que daban más propina. Se llamaba Santiago, era el padre de mi madre.
Además le abrió todo un mundo, que descubrió a través de los sellos de esas cartas que llevaba.
Es que si mi abuelo en vez de ser cartero de un pueblo costero hubiera sido del interior seguramente todo habría sido muy distinto. Porque allí, especialmente en verano, llegaban muchas cartas a las urbanizaciones de todas partes del mundo y yo les pedía a los administradores que me guardasen los sellos, incluso en alguna ocasión los arrancaba y me los quedaba, llegaba a casa, los metía en agua y los despegaba del sobre y empecé poco a poco a soñar con viajar, y pensaba que para hacerlo solo era posible siendo piloto o periodista. Cuando crecí seguí pensando que quería ser periodista, no fotógrafo, periodista, porque era el único estudiante en el instituto deTarragona que iba con un periódico.Mi padre compraba periódicos y tebeos los fines de semana, pero yo lo hacía todos los días de mi bolsillo.
A los 15 años comenzó a trabajar en un bar en Tarragona, un trabajo que le permitió estudiar.
Fueron 17 veranos de mi vida y si no hubiera trabajado no hubiera podido llegar a la Universidad. Entre 4º y 5º de bachiller estuve un año sin estudiar y tuve varios empleos, trabajé en una frutería, donde se me quemaban los nudillos del frío, por la tardes me iba con mis jefes al campo y con 14 años me echaba encima sacos de 50 kilos, después de deslomarme cogiendo patatas. Cuando veo a niños trabajadores pienso mucho en ellos porque nadie puede hacerse una idea de lo que es, y yo sí, porque lo viví. Mi carnet de la Seguridad Social lo tengo desde abril de 1974, con 14 años. Comencé en el bar un 15 de junio de 1975; yo quería estar en la terraza, que era donde se ganaba dinero, pero me pusieron en la barra hasta que mi jefe se dio cuenta de que sumaba rápido y de cabeza y me sacó a la terraza. Los principales clientes eran de Zaragoza y una de las cosas que másme emociona ahora es que en mis exposiciones me encuentro a algunos de ellos. Imagínese, empezar a servir a una persona con 15 años y dejar de hacerlo con 31.
Ese bar, además de permitirle estudiar, le forjó virtudes, como la tenacidad y la fidelidad.
Sí, soy muy fiel, pero cuando alguien me traiciona o traiciona los principios básicos del periodismo se acabó, se acabó del todo y me convierto en un enemigo feroz. En el bar aprendí algo que me ha sido muy útil y es que el primer valor es trabajar, trabajar y trabajar, y hacerlo con orden, porque ordenar la terraza de un restaurante con 40 mesas y tres turnos de comida no es ninguna broma. Cuando me dicen que tengo una gran capacidad de trabajo pienso que no me han visto trabajar de verdad. En periodismo, mira que hago radio, escribo, hago fotos, proyectos; doy conferencias, seminarios… y casi todo lo tengo metido en la cabeza, no tomo nota de nada. Sigo trabajando como en el restaurante, con mucho orden y estableciendo prioridades. Cinco personas con 5 cafés distintos. Lo más importante es que de ahí salió el dinero con el que pude financiarme los estudios primero y los viajes después, hasta 1991.
Esa fidelidad que tiene a la gente también le hamarcado mucho.
Las personas que me han marcado son las que me han demostrado que en la vida si no eres decente no vales nada.Yo he dejado de contar historias porque no tenía todos los datos, todas las teclas tocadas y estaba con compañeros que han tirado para delante y piensan que la memoria no existe y sí existe. Hay que ser independiente; hay que tener criterio, saber enfrentarse a situaciones en las que decir ‘no’ te puede costar caro. Son cosas que me han enseñado mi abuelo, o Chema Caballero (misionero, rehabilitador de niños soldado en Sierra Leona) o Leguineche (‘padre’ de los corresponsales de guerra) o periodistas muertos como Julio Fuentes, Miguel Gil, Juantxu Rodríguez, Luis Valtueña o Ricardo Ortega, que los recuerdo siempre. En los momentos en los que pienso que la nave se hunde, me siento contento de estar vivo porque podía haber sido al revés y me damucha energía. Cuando me dieron el Premio Nacional de Fotografía y me llamó la ministra estaba en casa un equipo de televisión y me preguntó qué sentía y lo que me salió fue recordar a mis amigos muertos y me tuve que apartar de la cámara porque empecé a ‘lagrimear’, como dice el juez Guzmán, el que llevaba el caso contra Pinochet y escuchó tantos relatos de las víctimas. Recibir un premio, publicar un libro, cualquier cosa, es parte del camino que yo he podido hacer y que otros no.
Su trabajo le ha alejado mucho de su vida privada, con largas separaciones de su mujer y su hijo.
Pero esto es como todo en la vida. Para mí el peor momento es cuando salgo de mi casa y le doy al ‘0’ al ascensor, veo cómo se cierra la puerta y voy con mis 60 kilos de equipaje. Es durísimo. Intento no irme de casa más de un mes, pero, claro, yo me ido cuatro meses seguidos. Entre enero y junio de 1990 estuve en Cuba, Nicaragua, Chile, Perú, Colombia y Nicaragua, sin regresar a mi casa. Cubrí muchas cosas, porque entonces los viajes
en avión eran muy caros.También era muy complejo el sistema de comunicación
y había que prepararlo todo con antelación y enviar el material… Tengo la inmensa suerte de que estas separaciones no me han costado mi vida familiar y soy de los pocos casos, y bastante enviadiado por mis compañeros, porque llevo 27 años con mi mujer.
Habla mucho de su generosidad.
Evidentemente, porque ¿quién puede aguantar una vida así? Y además los niños crecen, se vuelven complicados y no es lo mismo estar una persona que dos y si estoy a 8.000 kilómetros no puedo coger un avión express y venir a solucionar problemas. No solo es un acto de generosidad por suparte, sino también de sacrificio, de sacrificar su vida personal y laboral.
Su madre murió en uno de sus viajes a Afganistán.
Siempre había pensado que un día moriría ella o un ser muy querido y no me daría tiempo a regresar. Lo había pensadomuchas veces, pero lo que nunca imaginé es que además de estar lejos iba a estar solo. Solo. Lo peor es que ese día se jugaba la final del Mundial entre Italia y Francia y cada cuatro años volveré a recordarlo.Voya contarle algo que nunca he dicho y que seguramente no haré más: me decían por teléfono que mi madre estaba muy guapa, que no me preocupara, que tenía todo lo mejor.Y hubo un momento que me dije «¿y si les pido que me manden una foto?». Pero pensé que nadie lo iba a entender, ¡con la cantidad de muertos que he visto! Cuando con 11 años volvía a casa atravesaba un trozo de carretera con una zona oscura que veía el cementerio y yo pasaba un miedo atroz y cuando pienso ahora que puedo meterme en Tuzla (Bosnia) con 4.000 bolsas con restos humanos y que quiero estar dentro solo, sentir todo eso solo…. Porque si no estás dispuesto a sentir el dolor de las víctimas jamás podrás trasmitir con decencia, y da igual el premio que ganes, las buenas fotos que hagas, necesito
revolcarme en el dolor para poder trasmitirlo con toda su fuerza. No sentirme un impostor. No quiero espectáculo. Porque los que matan no son los únicos culpables.
Un amor que descubrió en un estación de tren. Parece que su vida está marcada por los viajes.
Es verdad. Aun más, cuando tenía 3 años salí de Córdoba y aún recuerdo ese viaje. Yo era el mayor de tres hermanos, luego fuimos 5, y nos íbamos a vivir a Barcelona. Fíjese, una mujer con tres niños pequeños, cargada de maletas, en un viaje que duraba 15 horas. Gran parte lo hice mirando por la ventana, para vivirlo intensamente.
Usted es hijo de la emigración más tópica: de Andalucía a Cataluña.
Claro, estamos hablando de 1963. Fue el primer viaje que hice, bueno, hubo uno anterior de Córdoba a Hinojosa del Duque donde estaba mi madre. Yo era muy pequeño, 3 años, me dejaron en el autobús, me dijeron que no me moviera y allí me quedé sentado… Seguro que algún psicólogo que nunca consultaré encontraría alguna relación entre aquellos viajes y mi vida.
Aquella España le sacó muy pronto a la vida y con 11 años le ayudaba a su abuelo, cartero.
Estudiaba en La Salle de Cambrils y cuando volvía a Hospitalet, un viaje de 45minutos en autobús, en vez de irme a casa o a la playa con mis amigos me iba con él a la cartería. Mi abuelo me enseñó el valor del trabajo y el valor del esfuerzo, que son muy importantes, y además me pagaba bien. Era muy decente. Me daba 5 pesetas diarias y 100 los sábados y él cobraba 2.400 al mes, así que me estaba dando una cuarta parte de su salario. Aprendí también el valor de la responsabilidad, porque registraba los reembolsos y me hacía llevarlos, y también los giros, pero sobre todo los giros porque sabía que daban más propina. Se llamaba Santiago, era el padre de mi madre.
Además le abrió todo un mundo, que descubrió a través de los sellos de esas cartas que llevaba.
Es que si mi abuelo en vez de ser cartero de un pueblo costero hubiera sido del interior seguramente todo habría sido muy distinto. Porque allí, especialmente en verano, llegaban muchas cartas a las urbanizaciones de todas partes del mundo y yo les pedía a los administradores que me guardasen los sellos, incluso en alguna ocasión los arrancaba y me los quedaba, llegaba a casa, los metía en agua y los despegaba del sobre y empecé poco a poco a soñar con viajar, y pensaba que para hacerlo solo era posible siendo piloto o periodista. Cuando crecí seguí pensando que quería ser periodista, no fotógrafo, periodista, porque era el único estudiante en el instituto deTarragona que iba con un periódico.Mi padre compraba periódicos y tebeos los fines de semana, pero yo lo hacía todos los días de mi bolsillo.
A los 15 años comenzó a trabajar en un bar en Tarragona, un trabajo que le permitió estudiar.
Fueron 17 veranos de mi vida y si no hubiera trabajado no hubiera podido llegar a la Universidad. Entre 4º y 5º de bachiller estuve un año sin estudiar y tuve varios empleos, trabajé en una frutería, donde se me quemaban los nudillos del frío, por la tardes me iba con mis jefes al campo y con 14 años me echaba encima sacos de 50 kilos, después de deslomarme cogiendo patatas. Cuando veo a niños trabajadores pienso mucho en ellos porque nadie puede hacerse una idea de lo que es, y yo sí, porque lo viví. Mi carnet de la Seguridad Social lo tengo desde abril de 1974, con 14 años. Comencé en el bar un 15 de junio de 1975; yo quería estar en la terraza, que era donde se ganaba dinero, pero me pusieron en la barra hasta que mi jefe se dio cuenta de que sumaba rápido y de cabeza y me sacó a la terraza. Los principales clientes eran de Zaragoza y una de las cosas que másme emociona ahora es que en mis exposiciones me encuentro a algunos de ellos. Imagínese, empezar a servir a una persona con 15 años y dejar de hacerlo con 31.
Ese bar, además de permitirle estudiar, le forjó virtudes, como la tenacidad y la fidelidad.
Sí, soy muy fiel, pero cuando alguien me traiciona o traiciona los principios básicos del periodismo se acabó, se acabó del todo y me convierto en un enemigo feroz. En el bar aprendí algo que me ha sido muy útil y es que el primer valor es trabajar, trabajar y trabajar, y hacerlo con orden, porque ordenar la terraza de un restaurante con 40 mesas y tres turnos de comida no es ninguna broma. Cuando me dicen que tengo una gran capacidad de trabajo pienso que no me han visto trabajar de verdad. En periodismo, mira que hago radio, escribo, hago fotos, proyectos; doy conferencias, seminarios… y casi todo lo tengo metido en la cabeza, no tomo nota de nada. Sigo trabajando como en el restaurante, con mucho orden y estableciendo prioridades. Cinco personas con 5 cafés distintos. Lo más importante es que de ahí salió el dinero con el que pude financiarme los estudios primero y los viajes después, hasta 1991.
Esa fidelidad que tiene a la gente también le hamarcado mucho.
Las personas que me han marcado son las que me han demostrado que en la vida si no eres decente no vales nada.Yo he dejado de contar historias porque no tenía todos los datos, todas las teclas tocadas y estaba con compañeros que han tirado para delante y piensan que la memoria no existe y sí existe. Hay que ser independiente; hay que tener criterio, saber enfrentarse a situaciones en las que decir ‘no’ te puede costar caro. Son cosas que me han enseñado mi abuelo, o Chema Caballero (misionero, rehabilitador de niños soldado en Sierra Leona) o Leguineche (‘padre’ de los corresponsales de guerra) o periodistas muertos como Julio Fuentes, Miguel Gil, Juantxu Rodríguez, Luis Valtueña o Ricardo Ortega, que los recuerdo siempre. En los momentos en los que pienso que la nave se hunde, me siento contento de estar vivo porque podía haber sido al revés y me damucha energía. Cuando me dieron el Premio Nacional de Fotografía y me llamó la ministra estaba en casa un equipo de televisión y me preguntó qué sentía y lo que me salió fue recordar a mis amigos muertos y me tuve que apartar de la cámara porque empecé a ‘lagrimear’, como dice el juez Guzmán, el que llevaba el caso contra Pinochet y escuchó tantos relatos de las víctimas. Recibir un premio, publicar un libro, cualquier cosa, es parte del camino que yo he podido hacer y que otros no.
Su trabajo le ha alejado mucho de su vida privada, con largas separaciones de su mujer y su hijo.
Pero esto es como todo en la vida. Para mí el peor momento es cuando salgo de mi casa y le doy al ‘0’ al ascensor, veo cómo se cierra la puerta y voy con mis 60 kilos de equipaje. Es durísimo. Intento no irme de casa más de un mes, pero, claro, yo me ido cuatro meses seguidos. Entre enero y junio de 1990 estuve en Cuba, Nicaragua, Chile, Perú, Colombia y Nicaragua, sin regresar a mi casa. Cubrí muchas cosas, porque entonces los viajes
en avión eran muy caros.También era muy complejo el sistema de comunicación
y había que prepararlo todo con antelación y enviar el material… Tengo la inmensa suerte de que estas separaciones no me han costado mi vida familiar y soy de los pocos casos, y bastante enviadiado por mis compañeros, porque llevo 27 años con mi mujer.
Habla mucho de su generosidad.
Evidentemente, porque ¿quién puede aguantar una vida así? Y además los niños crecen, se vuelven complicados y no es lo mismo estar una persona que dos y si estoy a 8.000 kilómetros no puedo coger un avión express y venir a solucionar problemas. No solo es un acto de generosidad por suparte, sino también de sacrificio, de sacrificar su vida personal y laboral.
Su madre murió en uno de sus viajes a Afganistán.
Siempre había pensado que un día moriría ella o un ser muy querido y no me daría tiempo a regresar. Lo había pensadomuchas veces, pero lo que nunca imaginé es que además de estar lejos iba a estar solo. Solo. Lo peor es que ese día se jugaba la final del Mundial entre Italia y Francia y cada cuatro años volveré a recordarlo.Voya contarle algo que nunca he dicho y que seguramente no haré más: me decían por teléfono que mi madre estaba muy guapa, que no me preocupara, que tenía todo lo mejor.Y hubo un momento que me dije «¿y si les pido que me manden una foto?». Pero pensé que nadie lo iba a entender, ¡con la cantidad de muertos que he visto! Cuando con 11 años volvía a casa atravesaba un trozo de carretera con una zona oscura que veía el cementerio y yo pasaba un miedo atroz y cuando pienso ahora que puedo meterme en Tuzla (Bosnia) con 4.000 bolsas con restos humanos y que quiero estar dentro solo, sentir todo eso solo…. Porque si no estás dispuesto a sentir el dolor de las víctimas jamás podrás trasmitir con decencia, y da igual el premio que ganes, las buenas fotos que hagas, necesito
revolcarme en el dolor para poder trasmitirlo con toda su fuerza. No sentirme un impostor. No quiero espectáculo. Porque los que matan no son los únicos culpables.
Es usted un testimonio de vida y un gran hombre que posee una sensibilidad humana para mostrarle al mundo la injusticia de la guerra y las fotografías de las víctimas , desangrando su rabia y su dolor ante esta cruel realidad de las minas antipersonal que están contaminando nuestros territorios y matando a las comunidades más vulnerables.
trabajo en educación en el riesgo de minas antipersonal con docentes de las zonas rurales de mi departamento y con las comunidades en general difundiendo sus derechos y la atención básicabiopsicosocial a las víctimas.